Notre Dame y las ciudades invisibles

Fue un regalo de Cristina en las navidades de hace dos o tres años. Me plantó ante su biblioteca y me dijo: «Elige». No fue uno, ni dos, sino más de una docena, y entre ellos, «Las ciudades invisibles», de Italo Calvino, del cual acabo de cerrar su última página. Sin darme tregua para reflexionar, evoco algunos de los capítulos leídos estas últimas noches. Y sin tener del todo claro si Marco Polo, en sus relatos al gran Kan, rememora, idealiza, inventa o desmiente sus viajes, configuro un relato poliédrico que, como siempre, acaba en uno mismo: «De una ciudad no disfrutas las siete o las setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya». 

«Si al tocar tierra en Trude no hubiese leído el nombre de la ciudad escrito en grandes letras, habría creído llegar al mismo aeropuerto del que partiera. Los suburbios que tuve que atravesar no eran diferentes de aquellos otros, con las mismas casas amarillentas y verdosas. Siguiendo las mismas flechas se bordeaban los mismos jardines de las mismas plazas. Las calles del centro exponían mercancías embalajes enseñas que no cambiaban en nada. Era la primera vez que iba a Trude, pero ya conocía el hotel donde acerté a alojarme; ya había oído y dicho mis diálogos con compradores y vendedores de chatarra; otras jornadas iguales a aquéllas habían terminado mirando a través de los mismos vasos los mismos ombligos ondulantes.

– ¿Por qué venir a Trude?, me preguntaba. Y ya quería irme.

– Puedes remontar el vuelo cuando quieras, -me dijeron-, pero llegarás a otra Trude, igual punto por punto, el mundo está cubierto por una única Trude que no empieza ni termina, sólo cambia el nombre del aeropuerto.»

En plena redacción de esta entrada se cruza el incendio de Notre Dame. Centro de Paris, corazón del Sena. Arden los múltiples significados de un símbolo que me maravilló hace 20 años. Un viaje de estudios. Amigos de la niñez trasteando en su primera escapada europea. Tanto.

Mucho me temo que, si hablamos de Paris y me falta el icono de Notre Dame, no seré yo solo quien haya cambiado.

* Ilustra esta entrada Edmondlafoto desde Pixabay.

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