Si pudiera leer.

«¡Oh, este libro!, gritó la señorita Bremer. «Paso sus páginas una y otra vez y ojalá comprendiera lo que encierran. No dejo de intentarlo y sería tan increíblemente feliz si pudiera leer, pero no puedo».

– Roll, Jordan Roll: The World the Slaves Made (E.D. Genovese).

Presente. Hoy.

Continúo dando vueltas a la conferencia de Michael Sandel en un Paraninfo de la Universidad de Deusto abarrotado. Desigualdad y exclusión. Quienes tienen y quienes no tienen. La voraz deriva capitalista que ya nadie es capaz de frenar y que invade como un virus cada vez más ámbitos de la vida cívica, social y política. Tanto que Sandel se refiere a nuestra sociedad como una «sociedad de mercado». No hay contrapesos, no hay balanceos, no hay bienes mayores. Y cada vez quedan menos recovecos que resistan el invasor. Entre tanto se acrecientan los desequilibrios. Esto iba de ganar y de perder. Y vamos perdiendo.

Ante esto, y desde mi humilde ámbito de incidencia, no puedo hacer más que reafirmarme en mi compromiso con la educación y el conocimiento. Somos muchos, somos muchas las que desde Deusto (y desde otras muchas plazas) trabajamos para que nuestro alumnado, al acabar su etapa formativa, puedan incorporar a su equipaje hábitos y valores, una manera de mirar el mundo con lentes de justicia e inclusión. Trabajamos para que profesores y profesoras, investigadores e investigadoras, puedan venir a Deusto a enseñar y a investigar, a incidir en la vida de sus alumnos acompañándoles en las distintas etapas formativas.

Pasado. Hace no tanto. Pongamos la década de 1840. Estados Unidos.

Hace unos días finalizaba el estupendo y esclarecedor libro de Angela Davis «Mujeres, raza y clase«. Una retrospectiva brillante, una reconstrucción de los movimientos sociales de los dos últimos siglos en la sociedad estadounidense. En un pasaje del libro se detiene brevemente en el impulso de aprender que tenían las personas esclavas de los estados del sur. Este era «tan fuerte entre los esclavos como entre sus hermanos y hermanas «libres» del norte». Resulta que la legislación prohibía la educación de los esclavos y que los castigos se habían endurecido recientemente. «Enseñar a leer y a escribir a los esclavos tiende a sembrar un descontento en su ánimo y lleva a la insurrección y a la revuelta». Y añade Davis: «Los propietarios recurrían al látigo y al poste de azotes con el fin de neutralizar la irreprimible voluntad por aprender de los esclavos. Las personas negras querían recibir educación».

Porque un libro, su lectura, el aprendizaje y la educación son camino de justicia. Y al poder, al sistema, no le interesa. Haz click.

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