Acostumbrados como estamos en estos lares a que nuestra juventud más preparada y brillante elija carreras de salud, física, ingeniería o matemáticas, Mariana Sánchez me hace arquear la ceja al leer este artículo de El País: la nota más alta de la PAU en Madrid elije realizar un grado de Interpretación de música moderna: piano, jazz, armonía, educación auditiva, etc. Marina alimenta la belleza al optar por una carrera artística y humanista. Marina rema contracorriente.
Carlos Pérez Cruz (@clubdejazz), apoyándose en músicos de referencia como Aaron Parks, publicaba un texto hace unos días sobre el papel de la belleza en un mundo en llamas (súmate gratis aquí). ¿Cómo contribuye la música, la cultura, las artes a los desafíos del mundo que nos rodea? En un contexto monstruoso, injusto y opresor, ¿Qué papel asume el creador?
«El telón de fondo es un espectáculo de horror constante. No importa cuán matizada o sincera sea una pieza musical o literaria, a menudo siento que estoy presentando una figura de origami en una casa en llamas» – Aaron Parks.
Reflexionar acerca del papel creativo en un mundo que requiere de acción urgente abruma, deprime. Naïssam Jalal (flautista) indica: “este sistema de opresión quiere que sienta rabia, que me sienta impotente, que me sienta culpable, que me sienta triste». Sin embargo, se reafirma en la belleza como herramienta de cuidado, de esperanza, de resistencia ante esa opresión. Hay quien nos volverá a recriminar que el arte, lo humanista es inútil. Que no es urgente ni relevante. Que no renta, diría mi hijo de once años. Que no genera beneficios. Sin embargo, el arte, la música en su caso, contribuye a hacer más humana la humanidad. Abandonarla es abandonar su espíritu. No sólo eso. Educar en cultura contribuye a entender, ayuda a discernir cómo actuar en el mundo que nos rodea.
Sin embargo, hay una vuelta de tuerca necesaria a la reflexión anterior. En esta era en la que el capitalismo todo lo inunda, cada vez es más complicado encontrar resquicios de arte con sentido profundo. En muchos casos, la música es un mero acompañante, un elemento más del ecosistema del ocio. Un «animador cultural». Gilles Lipovetsky y Jean Serroy reflexionaron en «La Estetización del mundo» sobre el papel del arte en la era del «capitalismo de hiperconsumo». Ellos defienden que la identidad artística se ha trivializado, se ha corrompido. Que el artista debe recuperar la dimensión universal, intentar plasmar lo Absoluto, la dimensión de trascendencia. «El arte por el arte», que desprecia el dinero y la burguesía.
Mariana ha dado un meritorio primer paso. Tengo la intuición de que se sumará a la larga lista de artistas de lo sublime. No sé por qué. Ha sido un flash al ver su foto que me ha hecho sonreír, suspirar por su valentía, y me ha sentado a escribir estas líneas en clave esperanzada mientras que mis hijos y sus amigos ven un vídeo de «Primitive Survival«, dos camboyanos que construyen casas con sus propias manos (Tecnología primitiva). ¡Al parecer lo ven millones de personas!
Lo que os decía, otro atisbo de esperanza.
Imagen de Rodrigo Jiménez (EFE) para El País