Profundizando acerca de los propósitos, la nobleza y la democracia.

Hablábamos hace unos meses sobre la necesidad de «ennoblecer» los propósitos organizacionales integrando que el bienestar de las personas que componen la empresa y el impacto social de su actividad son fines en sí mismos. Si no es así, cuando una organización habla de poner a su cliente o a las personas «en el centro», ¿a qué se refieren? ¿es mero maquillaje? ¿Cómo contribuyen las organizaciones a la mejora de la sociedad?

Hace unas semanas, cuando andábamos metidos en la vorágine futbolera de la Eurocopa, dos futbolistas se posicionaban en clave política en un momento de auge de la extrema derecha en Europa. Mbappe, por un lado, llamaba a votar y reaccionar ante este movimiento en las elecciones francesas. Unai Simón (quien es referente athleticzale para muchos, entre los que me incluyo) contragolpeaba afirmando que un futbolista no debería meterse en estos lodos: «Tenemos tendencia a opinar demasiado sobre ciertos temas cuando (como futbolistas) no sé si deberíamos«.

Mi opinión es que sí. Organizaciones, futbolistas y cada uno de nosotros puede y debe posicionarse, y en su caso comprometerse a intentar promover una vida en común más justa y digna. Las organizaciones, las personas, las familias, la sociedad civil en general debe desarrollar una conciencia de bien común y de responsabilidad compartida para la mejora de la sociedad actual, que es a su vez un compromiso con las futuras generaciones. Esto debería ser un fundamento no negociable; sustrato fundamental más allá de que cada uno sienta vocación de activismo político. Por eso cuando una organización (o nuestro querido Unai Simón) pretende no mojarse, cuando únicamente se consideran un sujeto particular, se produce una ruptura al desentenderse de los intereses generales.

Desde nuestra casa, la Universidad de Deusto, el Rector Juan José Etxeberria hacía un llamamiento explícito a defender la democracia. Lo hacía en el discurso de nombramiento de parte del Consejo de Dirección de la Universidad. Comenzaba citando a la profesora Sophia Opatska de la Universidad Católica de Ucrania:

“Una sociedad libre es un logro moral, un logro moral que no puede alcanzarse de una vez por todas y para siempre, sino que requiere el esfuerzo y el compromiso de todos. Es una victoria moral que se espera de todos y en todo momento.”

Y proponía una serie de rasgos desde la tradición ignaciana que pudieran ayudarnos a profundizar en este compromiso por la democracia:

  • Acercarnos a la complejidad de lo real. Asumiendo la perspectiva de las personas vulnerables y las víctimas para comprender mejor la realidad a la que nos debemos.
  • Comprometerse en la dinámica de la compasión, profundamente humana, poniendo nuestra creatividad al servicio de los últimos y de la promoción del bien común.
  • Cultivar una actitud de escucha, desde el deseo de encuentro con la diversidad y desde el respeto a la dignidad humana.
  • Trabajar para alcanzar soluciones reales y duraderas. No conformándonos con lo parcial, con la solución aparente. El bien mayor es la transformación profunda de nuestra sociedad y de la convivencia.

Como Universidad, la contribución es la generación de conocimiento al servicio de una sociedad que se transforma, formando personas que, desde los valores propios de Deusto, sean personas activas en esta transformación. No basta con formar personas competentes, no basta con el conocimiento, no basta con buenos y buenas profesionales. Deusto contribuimos a transformar el mundo con semillas de consciencia y compromiso por una sociedad más libre y democrática, más solidaria, y en definitiva, más justa. En este contexto, organizaciones o personas con conductas orientadas al ego / poder y el lucro, resultan incoherentes con nuestra misión.

Me enorgullecía escuchar al Rector pronunciar su discurso (yo sonreía «a lo bajini»). No únicamente por el sugerente mensaje, lleno de sentido desde lo social. No solamente porque llamaba al compromiso de su equipo desde el desafío (un llamamiento a la ética y la honestidad). Sino porque con sus palabras construía propósito, ennoblecía la misión universitaria y fundamentaba su liderazgo desde una gestión ética y humanista. «Hoy la universidad hace un acto de confianza en vosotros».

Diréis que nos lo podemos permitir. Como Universidad. Como institución de la Compañía de Jesús. Yo os diré que nos faltan héroes que eleven su voz. Que por eso necesitamos a Mbappe, a Unai Simón, a nuestras nuevas decanas y decanos, a nuestra Secretaria General. Nos necesitamos a cada una de nosotras para cuidar lo que hemos conseguido y trabajar en favor de la democracia. Con nuestras decisiones y actuaciones, corremos el riesgo de degradarla cada día.

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Foto de Elimende Inagella en Unsplash

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