Llevo varios meses, años, escuchando, y aún hoy se me antoja difícil opinar. Tan sabio el silencio; valiente el respeto ante todo lo que viene sucediendo. Podemos retrotraernos a una década atrás y quizás podríamos comenzar a deshilvanar la madeja poco a poco… o ni eso. El origen no es la sentencia, ni tan siquiera los hechos de hace dos años que, en principio, la fundamentan. Ésta no ha hecho más que alimentar la frustración.
La negación a siquiera plantear un futuro distinto del que nos legaron hace más de medio siglo. Es rabia contenida e impotencia.
Me preocupa la inoperancia política, el paso a un lado de quienes reciben el encargo de representarnos. Llevan años enloqueciendo el discurso, fomentando la división, los fantasmas y el miedo. Continuamos en la deriva del recorte de libertades, criminalizando formas de protesta y de manifestación. Dañada la democracia, una vez más. Duele la mordaza.
Decía este fin de semana Innerarity: «Los liderazgos que se configuran para la confrontación no valen cuando se trata de construir una solución». Durísimo leerlo y saber que es así.
Tocaba las teclas del piano hoy cuando me he decidido a escribir estos sencillos versos que os presento a continuación y que dan pie a una nueva futura canción.
Las teclas de un piano; blanco y negro. Los unos y los otros. No hay grises que valgan. Tras tanto tiempo incendiando, era cuestión de tiempo que prendiese la mecha.
No voy a pensar en ti.
No voy a pensar en ti.
Con balas de goma, palabras que oprimen.
Sentada en la acera, tú buscas la gresca y me encuentras.
El miedo asomando, la multa certera.
La cárcel visita, tu risa, la ausencia.
Cuando te alejas la prensa te espera.
No voy a pensar en ti.
No voy a pensar en ti.