Legitimidad y voz.

De un tiempo a esta parte me cuesta desempolvar el blog. En este 2022 tan solo he abierto la persiana un par de veces… Es tal el ruido ahí fuera que más merece la pena guardar un poco de silencio. En marzo decía que «cuanto más leo, menos hablo, más escucho«. Fragmento de una canción que en breve va a ver la luz. Alguien me dijo entonces que eso era crecer. En julio tecleaba para dar cobijo a Deustoforum y su lema «hablemos de lo que realmente importa«. Hoy domingo, arrancado el curso y ya a mediados de noviembre, necesito dar continuidad a aquel texto.

Marzo y julio derivan en un noviembre que aboga por una Universidad con voz y legitimada.

Creo que la Universidad, como institución, debe tener voz. En mi opinión, una voz muy específica: en una sociedad rota y profundamente injusta, la universidad y las y los intelectuales deben ser voz de quienes no tienen voz. Voz analítica, lúcida y crítica frente a los problemas que encaramos. Esta voz requiere de una Universidad legitimada, que atienda a los retos de futuro desde el aula y más allá de las aulas; desde la práctica, el impacto y el vínculo con lo social. El conocimiento que derriba los muros, sale al encuentro y sirve a quienes no tienen voz. Los jesuitas, en la Congregación General 35, hablaban de «tender puentes»:

“La complejidad de los problemas que encaramos y la riqueza de las oportunidades que se nos ofrecen piden que nos comprometamos en tender puentes entre ricos y pobres, estableciendo vínculos en el terreno de la incidencia política para la colaboración entre aquellos que detentan el poder político y aquellos que encuentran dificultad en hacer oír sus intereses. Nuestro apostolado intelectual nos proporciona una ayuda inestimable para establecer estos puentes…” (CG 35, d. 3, n. 28) 

La universidad debe legitimarse, al igual que deben legitimarse los/as educadores/as, los/as profesores/as, sus investigadores/as, sus gestores/as. Debemos legitimarnos todos los universitarios (como dijo hace años Ángel Gabilondo: «Allí donde esté un/a universitario/a de Deusto, estará Deusto«). La educación construye comunidad, y sin educación no hay sociedad. Y por eso, la tarea de quien educa es una tarea central de la sociedad así como una tarea con el foco puesto en el futuro. Una herencia para futuras generaciones. Necesitamos educadores/as vocacionalmente motivados/as, preparados/as, formados/as, acompañados/as, bien remunerados/as, conscientes de su valía social. Necesitamos, en definitiva, educadores/as legitimados/as.

O mucho me confundo, o en esta sociedad de 2022, promover y fomentar esta legitimidad no es ni mucho menos sencillo. ¡Menudo maremágnum (abundancia desordenada, confusión)!. La Universidad, incluso aquella que tiene un fin ajeno al lucro, se ve sujeta a lógicas de mercado: rankings, acreditaciones, reconocimientos, financiación público-privada, cuartiles, mercadeo de artículos y revistas Q1… Universidad empresa. Universidad emprendedora. Academic Capitalism. Una lógica de mercado a todos los niveles (individual, equipos y departamentos, programas, facultades…) que envuelve el discurso y nuestra vida universitaria (¿la distorsiona?). Por no hablar de cómo las ciencias humanas y sociales son vistas por una gran parte de la sociedad como algo superfluo que no impulsa el crecimiento económico. Es una lógica macabra («sin matrículas no hay ingresos, sin financiación no hay actividad»), que nos conduce a transitar realidades ya conocidas, y que no ayuda, nada, nada, nada a legitimarse. Propongo dos derivadas, que quizás puedan sonar cercanas:

  • La universidad (cada vez más corporación) que, en su toma de decisiones y su operativa, se olvidó de su esencia, se olvidó de la comunidad (de la comunidad universitaria y un poquito más allá). La que, dejando de escuchar otros discursos y otras voces, establece planes de gestión para otros, con decisiones mayoritariamente «top-down», cada vez más directivas.
  • La de la universidad de ritmo alocado, vertiginoso y sin tiempo para parar y reflexionar. La universidad «del hacer» que no reflexiona y se vuelve menos sabia. Aquello de la excusa sistémica de un capitalismo que no permite aburrirse… y pensar.

Este es el reto, este el contexto y estas son algunas de las dificultades. Seguro que se os ocurren otras, y seguro que más acertadas.

Foto de Patrick Tomasso en Unsplash

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