La gestión por y para los mercados.

 

Quizás pueda pecar de iluso, pero no estudié Administración y Dirección de Empresas pensando en los mercados. Al menos, no exclusivamente. En La Comercial reconocíamos la importancia de los accionistas en su papel de inversores para asegurar la viabilidad del proyecto, sí. Pero el esclavismo de los mercados no entraba en nuestro vocabulario. Hablábamos de crear valor para el conjunto de los stakeholders de la organización, del largo plazo, del valor actualizado neto (VAN) que nos serviría para calcular los flujos de caja futuros desde el “año 1” al “año n”. Iluso de mí pensaba en el largo plazo. ¡Esa fórmula iba de 1 a infinito, maldita sea!

Nadie nos dijo que todo esto, en la práctica, se reduciría a la gestión del corto plazo. Del mes o del trimestre. Parece que esto se basa en sorprender al inversor periódicamente. O simple y llanamente: de cómo navegar en la dictadura cortoplacista de los analistas. Que hoy te quieren y mañana se olvidan de ti. No me caba duda de que es ésta, la gestión por y para los mercados, la que destruye nuestras organizaciones día a día. Está destruyendo nuestro mundo. Alimenta la maquinaria de las inversiones, pero de forma tóxica. Está viciado.

La presión de los analistas, el reto de superar constantemente las expectativas de un sistema que únicamente acepta el crecimiento exponencial -maldito palabro el concepto de “escalable”- está canibalizando la gestión.

“Hacerlo bien” ya está descontado en el precio de la acción. Queremos más, más y más.

El pánico del gestor no es que su organización pueda ser deficitaria, o no conseguir beneficios, algo que sería lógico. El problema es que una empresa con horizonte positivo de crecimiento, con fuerte inversión en I+D, dinero en caja y balances equilibrados pueda ser devorada por no colmar las expectativas de crecimiento de la acción. Por no hablar del crédito. Bankia presume de “dar crédito a tus ilusiones”, lo que no da es pasta.

El dinero cambia de manos en segundos. Y normalmente viaja hacia manos cada vez más sucias.

La presión y la revisión alcista de las expectativas de cualquier analista está provocando que todo esto se reduzca a gestionar el trimestre. A sobrevivir el 3Q o el “next quarter”. Y son muchos los que, atenazados por esta regla, se olvidan de todo lo demás. Cada empresario a su nivel. La trampa es que si no juegas con sus reglas estás fuera. ERE y todos para casa. Paren la noria que yo me bajo.

Muchas de las cosas que aprendimos caen en saco roto en este “cambio de época”. El riesgo es que el “cambio de época” sea únicamente la excusa. Para seguir defraudándonos. Para seguir contaminando. 

Señoras, lo que crea valor para la sociedad, lo que crea valor para el mundo, las decisiones que deben tomar nuestros gestores, son más estratégicas que “impresionar a los analistas” en el próximo road show. 

La sociedad española no tiene una alta estima por el empresario. Casi se podría decir que lo que existe es una cultura antiemprendedora. El verdadero líder, aquel que merece admiración por parte de la sociedad, debe empezar a quitarse de encima la presión y la asfixia de los mercados y ampliar sus miras. Es una vuelta al origen: Debe obsesionarse con un crecimiento verdaderamente sostenible, con proveer valor al planeta, con gestionar para y desde las personas, debe tener el foco en el cliente, debe asegurar la coherencia de los valores, trasladar la visión de la innovación al resto de la organización. En definitiva, dar ejemplo sobre cómo es viable construir un proyecto empresarial pensando en el largo plazo

* La foto, de flickr, es de tomvu

  

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