Yo, mi, me, conmigo, para mí.

Es algo característico en multitud de organizaciones. Nos quejamos de que “ya no es lo que era”, que el desarrollo de la organización ha provocado “reinos de taifas”, parcelas de poder en donde cada cual hace y deshace, donde falta visión y sensación de finalidad, unidad y cohesión. Ya no nos contamos las cosas, ahora todos empujamos, remamos.

Pero, ¿hacia dónde? – Se pregunta frecuentemente más de un componente del Comité de Dirección. No tiene ni idea de por dónde empezar. Seguramente son ellos quienes presentan los mayores déficilts, enmascarados en alguna clase de acta o en una comisión que toma decisiones.

Pasa lo mismo en la operativa de los grupos de personas, en los departamentos, en las distintas áreas de la organización. Falta separar la nariz del papel, y sobre todo, tener ganas de husmear, curiosidad para intuir un por qué, para ligar intenciones, para trazar relaciones, minimizando los esfuerzos individuales. Faltan ganas de transmitir una visión global al equipo, elevarles por encima de la tarea y el corto plazo para entender cómo encajamos cada uno en el sistema.

Muchas veces nos quedamos en nuestro papel, en nuestro rol, porque es lo cómodo. Maximizamos nuestra ejecución individual mientras nos la trae al pairo cómo afecta esto al resto. ¿Maximizamos los resultados de nuestro departamento o de la organización?

Pero no se nos ocurra quejarnos, nos dirán que la culpa es nuestra, que no sabemos trabajar en equipo, y que lo mejor sería que nos apuntáramos a uno de esos cursos para saber qué es eso de los sombreros de Bono, que no nos enteramos.

Pues en esas estamos. Yo, mi, me, conmigo, para mí. Y el que venga…

* Todos en silencio, por http://www.flickr.com/photos/sil_intocameramia

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