Velocidad. Pasadas de frenada. Acción dispersa. Disparos. Ninguneo. Chorreos. Adelantamientos. Paradas mínimas en boxes.
¿Y de repente?
Agosto.
Sin darte apenas cuenta, levantas el pie del acelerador.
¡No paramos! Vivimos en un contexto de prisa, vida acelerada, dispersión. Prima la cantidad, el hacer. – ¿Cumpliste con tu indicador? Y algunos afirman que los tiempos de calma ya no volverán. ¡Maldita la gracia!
Para cumplir con los estándares de velocidad y asegurar el control, nos hemos rodeado de procedimientos, reglas, jerarquías, culturas, abismos que imposibilitan el desarrollo de relaciones / conversaciones de calidad. Algunos ya no somos ni conscientes de lo que hacemos…
Me rebelo contra el ritmo esquizofrénico. Contra una realidad que transcurre sin penetrarnos, que apenas nos roza tangencialmente… ¡No podemos dejar que la paranoia de la organización derive en nuestra insatisfacción, desmotivación y pérdida de sentido! Mi compromiso para el nuevo curso es rebelarme. Hacerlo desde la calma de palabra, desde el poder del lenguaje. Me comprometo a trabajar por el desarrollo de micro-cambios que mejoren mi organización y me permitan ser más feliz.
Decía Martin Buber que los seres humanos somos seres dialógicos, seres conversacionales. Y que los diálogos que ponemos en marcha nos definen. Las conversaciones en las que nos embarcamos fundamentan nuestras alegrías, nuestras tristezas, las razones de nuestros aciertos, errores, éxitos, fracasos. Hoy comienzo a ser capaz de reconocer el chute, el impulso que supone una buena conversación. Entender que el lenguaje y las conversaciones nos permiten crear y transformar la realidad es una herramienta poderosa para provocar cambios en los sistemas sociales, en los contextos.
A través de nuestro lenguaje construimos identidad, desarrollamos relaciones de confianza, nos comprometemos, alteramos el futuro, nos reconciliamos con el pasado, transformamos el mundo. A través del lenguaje podemos promover el respeto y la relevancia de las personas. Podemos combatir el ombliguismo. Podemos centrarnos en los otros, preocuparnos de manera auténtica por sus misterios. A través del lenguaje podemos transformar nuestra mirada. Podemos trabajar la inclusión, que nadie vuelva a quedar fuera. Podemos integrar la diversidad, escuchar lo que otros dicen para dejarnos transformar. Que tu palabra sea también acción para transformar a otros. Con reciprocidad.
Somos responsables.
Se cuenta que una vez el pintor Edgar Degas le dijo a Stéphane Mallarmé: “Tengo una idea magnífica para un poema, pero no creo que sea capaz de desarrollarla”, a lo que Mallarmé respondió: “Mi querido Edgar, los poemas no se hacen con ideas, sino con palabras”
El artesano – Richard Sennett
La persona que hoy somos es resultado de las interacciones de nuestra vida. Somos también responsables sobre el tipo de lenguaje y de trato que desarrollamos para con los demás.
La acción del lenguaje nos rebela ante la pasividad. Podemos ser sujetos activos que transforman la realidad. ¿He sido hoy capaz de generar dignidad a mi alrededor? ¿He podido ser un obstáculo para los demás? ¿He agradecido de corazón todo lo que he recibido hoy? La verdadera revolución es impedir que lo urgente nos desvíe de trabajar en lo importante, en lo profundo. De lo que nos ilusiona y aporta una razón de ser.
Tenemos derecho a soñar, a trabajar nuestra búsqueda de sentido. Tenemos el deber de soñar, de trabajar nuestra búsqueda de sentido. Y tenemos que hacerlo en nuestras organizaciones.
¿Nos rebelamos?
* La imagen es del tumblr de Turqoi5e