Profesionales acorazados.

Observar cómo esa persona se vacía en su labor. Observar la forma en que te escucha, a ti su interlocutora. Agradecer la forma en que se compromete y trata de ayudar facilitándote un determinado servicio que se había complicado. Levantarte y estrecharle la mano. Darle las gracias y sonreír. Reflexionar sobre ello.

¿Por qué a veces nos suena tan lejano? Estamos, ciertamente, mal acostumbrados… Cuesta encontrarse con personas que vivan su profesión como lo haría un artista, o un artesano.

“By my definition, most art has nothing to do with oil paint or marble. Art is what we’re doing when we do our best work” Seth Godin

A veces pienso que si nos planteáramos nuestras profesiones como facilitadoras o creadoras de arte, seríamos un poquito más libres. Entender nuestra profesión como un arte es lo totalmente contrapuesto a la profesionalidad de la coraza (la esclavitud de los procesos, la normativa, los trámites, el “vuelva usted mañana”, etc.). 

Lo triste es encontrarnos con profesionales con coraza, que practican el noble arte de trabajar medio dormidos, con la rigidez y la burocracia como máximas en su proceder. Con un rictus serio en el rostro. Navegando por inercia. Perdonándote la vida. Aletargados, pesimistas. Profesionales envejecidos, en definitiva. Todo cala hasta los huesos. 

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Porque lo difícil es sentarse a crear. Es proponer algo que sorprenda, y ponerse a hacerlo. Es apostar por aquello que implica un reto emocional, algo en lo que honestamente creemos, y que, a su vez nos saca de nuestras casillas; podría no salir bien, y eso nos da miedo (podría subir la marea). Es un miedo poderoso, que nos esclaviza, y que nos susurra que nos ciñamos a las normas y no deleitemos. Pero… ¿no se dice que todo lo bueno empieza con un poco de miedo?

Como dice Sennett, la artesanía, “designa un impulso humano duradero y básico, el deseo de realizar bien una tarea, sin más.” El artesano “representa la condición específicamente humana del compromiso”. ¿No nos habremos alejado demasiado de estos valores? ¿No nos habremos acorazado?

Despojarnos de la coraza implica reconocer la realidad que nos encontramos, profundizar en el ejercicio de vivir, trabajar despiertos. Ser cautivados, ser cautivadores, reconocer el corazón como centro movilizador de nuestra profesión y nuestra tarea. Mucho de esto tiene que ver con entender nuestra profesión desde una dimensión más profunda, menos superficial. Dejar que nos empape, que provoque cambios. Afrontemos nuestras interacciones, nuestras conversaciones, nuestros análisis con la actitud sincera y abierta de poder ser transformados. ¿Algunos consejos?

  • Profesionalidad ahora. En el momento y lugar presente. Centrado.
  • Participo, miro, escucho, cuestiono, penetro en las acciones, en los porqués, en las responsabilidades.
  • Dejo que las acciones me interpelen, no soy impermeable.
  • Trato de vivir de forma heróica aquello que es ordinario.
  • Sirvo de ejemplo
  • Descubro y aprovecho lo más positivo de las personas.
  • Integro, integro, integro. Conscientemente, no excluir.
  • Me implico desde la generosidad y la gratuidad. Entrega, servicio y ayuda.
Llamadme utópico, pero me gusta estar rodeado de esta clase de personas… Para acabar, y no por ser condescendiente, una realidad que nos plasma el propio Sennett, y que también es capital reconocer:
“Hemos encontrado pocos técnicos que creyeran que serían recompensados por el hecho de hacer bien un trabajo, sin otra finalidad. El artesano moderno puede cultivar en su fuero interno este ideal, pero dado el sistema de retribuciones, ese esfuerzo será invisible” – Richard Sennet – El artesano (pág. 52)
Estamos rodeados de contextos que no promueven el trabajo bien hecho. Pero me niego a concebir el trabajo de otra manera. Cambio a cambio. Micro-transformación a micro-transformación. ¿Nos despojamos de nuestras corazas?
La foto que ilustra el artículo es de @eyecmore

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