#fallondizaje, o cómo la vida post #mooteu14 es posible.

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Hace un par de semanas Maider nos invitó a su casa. “Lunes por la tarde a la hora del té” (cambiemos el té por limonada), rezaba la invitación. El lugar: la ladera de Artxanda, con Bilbao a nuestros pies. Una preciosa terraza, cojines y ganchitos en una casa con (mi propia) historia. La imagen (tomada por Alfredo) habla por sí sola de lo que fue un rato muy agradable.

La excusa era hablar sobre “el valor del error”, un tabú en nuestras organizaciones, y ligarlo a la semi-concatenación de fallo + aprendizaje: el #fallondizaje

Alrededor de los frutos secos nos juntamos, además de la anfitriona, Alfredo, María, Aitor, Lorena, Gallas y un servidor. Echamos de menos a Asier, Eudardo, Txelu y al germen de aquella tarde en #mooteu14, Itziar.

“Prometimos, con la excusa (y el permiso) del error, buscarnos y encontrarnos para seguir compartiendo”

¿Cómo se afronta el error desde nuestra cultura y país? ¿Cómo vivimos el error las organizaciones? ¿Cómo lo afrontamos en los equipos? ¿En la cuadrilla? ¿No es el error algo tabú? ¿Juega algún papel en todo esto la idiosincracia vasca aquí, en el sur de Islandia? (Como suele decir Julen) En el rato que compartimos escuchamos y hablamos sobre todo ello.

Sobre cómo en la etapa educativa nos vemos forzados a bajar la mirada ante el error, a asumir la culpa, a vivir en el terror a equivocarnos y ser señalados (no únicamente por los compañeros). Es el primer asesinato. Crecemos en un castigo sistemático del error.

Más tarde nos enrolamos en equipos y organizaciones. Y se nos comienza a demandar que tomemos decisiones, que asumamos riesgos, pero sobre todo, que acertemos. Curiosamente, volvemos a ningunear el error, aparentemente rodeamos de organizaciones de éxito vacuo (dospuntocerolandia es el perfecto ejemplo de ello -yo, mí, me conmigo, para mí-). Organizaciones que ensalzan los éxitos y convierten el error en algo tabú.

Reconocer y trabajar desde el error nos permite elaborar el duelo, reconocer quiénes fuimos, quienes somos, y partiendo de una reflexión sana, crecer. Sin duelo no hay transformación. No hay un nuevo futuro para una sociedad que vacía de sentido el error… Nos preguntábamos si existe alguna sociedad o cultura que haya sabido asumir y trabajar desde el error. 

¿Puede permitirse una organización dudar? ¿Las organizaciones deberían compartir sus paradojas? ¿Sus sinsentidos? ¿Sería lícito que un consultor comparta sus fracasos y sus miedos? ¿O debe resignarse a que el mercado le penalice por ello? 

Proponía Txelu en un email previo al encuentro que echáramos un vistazo al post de “El Anti-Currículum”, un prototipo para poner en valor todo aquello de lo que carecemos. Me ha encantado. Es darle la vuelta a todo. A algo tan asumido e interiorizado como el CV: líneas que hablan de éxitos para intentar alcanzar el éxito en un proceso concreto y posteriormente replicar éxitos en un nuevo contexto. Pues no. Fracasar y hablar sobre nuestros fracasos mola.

Me dejo mil cosas. Pero en eso consiste. Os abro la veda.

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