Enmarcado en la formación sobre las capacidades básicas del Profesor Facilitador que impulsa el área de Innovación Docente de Deusto, hace unas semanas comenzamos una serie de posts acerca del modelo de las Interacciones Primordiales de Daniel Taroppio (*), quien mediante ejercicios vivenciales (energía, música, respiración, etc.) propone un enfoque holístico que favorezca el crecimiento personal y la transformación de las organizaciones.

Me costó poner en orden mis ideas tras la tercera sesión del curso. No me sentaba a escribir. Leía, releía, volvía a comentar con las formadoras el enfoque de la sesión… Pensé que si no me había puesto a transcribir y plasmar por escrito lo que me había generado la sesión (¡realizada en diciembre!) era por algo… sin duda me podía estar regalando algunas pistas sobre mis recovecos, mis dificultades…
Durante las tres horas que duró la sesión nos centramos en trabajar las emociones, que en esencia, según Taroppio, son impulsos a la acción que nos activan determinados comportamientos y nos mueven hacia algo o a alejarnos de algo. En el mundo adulto, entre el impulso y la acción se dice que existe la denominada capacidad reflexiva (que trata de analizar y evaluar consecuencias y tomar así una decisión consciente), pero que nunca llegará a conseguir que nuestras decisiones sean 100% racional. En general, ante cualquier impulso, se activan procesos inconscientes que no llegamos a controlar y que terminan provocando reacciones que no llegamos a entender, al menos del todo. Esta configuración puede ser integradora o de disociación (en función de si generan estados favorables y satisfactorios o desagradables, que no hemos aprendido a gestionar de una manera saludable).
Gestionar las emociones de forma saludable engancha con otras capacidades básicas y llama al resto de chakras. Esta tercera capacidad emotiva se ve marcada por el tono emocional desde donde hacemos lo que hacemos. Cuando la capacidad emotiva no está debidamente integrada podemos encontrar disociaciones como la inhibición (temor, excesiva prudencia y parálisis que genera frustración) o el denominado “acting out” (la intervención “sin filtro”, de manera impulsiva, sin reflexión previa) derivado de la poca integración de la agresividad y las capacidades motrices. La polaridad sana transcurre entre el equilibrio de la extroversión (hacia fuera, que pudiera derivar en omnipotencia si no se regula correctamente) y la introversión (hacia dentro, que pudiera derivar en impotencia).
La conexión con nuestras emociones, la comprensión de las mismas y el despliegue de conductas que les brindan expresión y satisfacción (respetando las circunstancias externas y a otros involucrados) constituye una poderosa fuente de energía interior – Daniel Taroppio
Cuando las emociones son integradas adecuadamente, se constituyen las bases del poder personal, permitiéndonos conocer e integrar nuestras necesidades y deseos y realizar acciones inteligentes sin perjudicar a otros. Se habla también de que las emociones son constructos propios; no existen por sí mismas sino en cada uno de nosotros (”Desde nuestra vida emocional construimos el mundo, y cada cual lo hacemos a nuestra medida y a nuestra manera”). La esencia de la subjetividad es la emocionalidad. Desde una emotividad equilibrada la vida se llena de posibilidades de transformación y crecimiento, es el combustible del poder personal.
¿Cómo entronca esta capacidad desde el Yoga? La capacidad emotiva está vinculada al centro energético medio (inerva los órganos del aparato digestivo; estómago, duodeno, intestino y páncreas), y se simboliza en las antiguas tradiciones como el sol. Es la zona más vulnerable y blanda del cuerpo, donde se recoge el estrés, la angustia, la ansiedad, pero también la comida, el descanso o el ocio creativo.
Desde la danza primal, en la sesión tratamos de identificar y conectar con nuestras emociones desde la corporalidad. Buscábamos identificar, reconocer y diferenciar los distintos estados internos, impulsar el autoconocimiento de nuestro mundo emocional. Comenzamos con una exploración de la introversión, el contacto con nosotros mismos, en calma, con movimientos serenos, el despertar de la sensibilidad. Continuamos tratando de liberar nuestra capacidad expresiva, la extroversión, con enorme energía, ambición y vitalidad. Desde las distintas emociones tratábamos de percibir el mundo, la realidad concreta. Todo giró en torno a tratar de percibir nuestro cuerpo, la emoción generada en un momento concreto, así como experimentar la sutiliza de los cambios. Quizás, siendo un poquitín más conscientes podamos degustar lo sutil y así alcanzar estados de mayor satisfacción personal.
(*) La base de lo contenido en esta serie de textos se basan en “El Vínculo Primordial” de Daniel Taroppio así como en lo acontecido en el taller liderado por Elena Quevedo y Piedad Arbaiza en la Universidad de Deusto.
(**) La foto (y la cita) la cogí del flickr de Will-Lion.