Muchas sabéis que desde hace unos meses he retomado un hobby que ha sido eje vertebrador de mi vida: La música y el piano. Estos, a su vez, me han abierto la ventana del Jazz y semanalmente acudo a clases de formación con Joshua Edelman en Jazz Cultural Theatre.
“Si tengo un mal día, cuando toco, se nota. Si estoy alegre, también. El violín es una parte más de mi cuerpo, del mismo modo que la música es una manera de entender el mundo, de expresarme y de conectar con los demás”
La frase es del violinista Ledian Mola, con quien tuve la oportunidad ayer de compartir una de mis clases. Cubano. 23 años. ¡Menudos 23 años! Para comenzar me propuso que tocara algunos de los temas que he venido ensayando con Joshua durante este tiempo. Coloqué el metrónomo y comencé a interpretar. Nica’s dream, Yardbird Suite, You don’t know what love is…
Tema a tema, repetición tras repetición, Ledian iba realizando comentarios certeros como las incisiones de un cirujano. En el caso que nos ocupa, sin demasiada anestesia. Hoy resuenan en mi cabeza algunas de las frases de nuestra conversación. Cosas que necesitaba oír. Era algo así:
Los temas están, los tienes. Conoces las notas, tus dedos se mueven, lees la partitura. Sin embargo, te escucho y me da la sensación de estar oyendo la ejecución de un estudio. Algo mecánico, apresurado, ansioso.
Falta la cadencia, el disfrute con el tempo. Necesitas acoplarte al patrón rítmico sin apresurarte. Disfrutar de los silencios entre los goles de metrónomo, darles a todas las notas su importancia y su relevancia, no buscar per se el encajar el próximo acorde.
La clave está en interpretar el tema. Hacerlo tuyo. Es como si habláramos el mismo idioma, con las mismas palabras, pero te faltara dar con el acento, la cadencia, la sonoridad y musicalidad del fluir de las palabras. La cultura, todo eso que envuelve al jazz, no está escrito, ni puede quedar al 100% reflejado en una partitura.
Hablamos también de mujeres y de eyaculaciones precoces. Es curioso cómo la necesidad de agradar, las ganas de demostrar, la autoexigencia de poner encima de la palestra todo lo estudiado hace que caigamos en la precipitación, la competición y la ansiedad. Todo muy masculino y todo muy vasco y cubano. Muy real.
Ledian me aportó dos claves. La escucha activa y la imitación. Escuchar varias interpretaciones, a múltiples maestros, hacerlo con una escucha plena. Tocar el piano por encima de la canción grabada, perder el miedo a reconocer, a imitar cuando algo nos gusta.
“¿Qué pasa en Euskadi que les cuesta tanto imitar?” Touché.
Algo así también pasa en nuestras organizaciones. ¿No será que ejecutamos los temas sin embebernos de su musicalidad? ¿No será que nos nubla el objetivo de llegar al siguiente acorde y nos olvidamos de disfrutar de la música, el camino, la interpretación y los silencios? ¿No será que únicamente nos ceñimos a la partitura?
¿No será que nuestras organizaciones están repletas de eyaculadores precoces?
* La foto la he rescatado de este este link en Unsplash. El fotógrafo es Robert Dickow.