En una sesión de coaching, hace ya algunas semanas, Pitxu me propuso trabajar un tema: ¿Cómo impulsar mi crecimiento conjugando ambición y calma?
Pero… ¿realmente existe esa otra forma de hacer / ser? ¿Es posible sujetar al “potro” desde la calmación y la paz? Me sonó extraño. Me revolvió. En un primer momento me pareció como si intentáramos mezclar dos mundos. El del aprovechar cada segundo como si fuera el último, con sus urgencias, sus resbalones y sus incoherencias, con el del reposo, el silencio y el “quedarse en casa por placer”.
He tendido a ser de los primeros. Con pánico a parar, a mirar hacia dentro. Huída e hiperacción antes que abrirme en canal. Pero en este sendero del autoconocimiento, cuando das los primeros pasitos, todo comienza a cobrar cierto sentido. Los tiempos y las cadencias se ajustan para evitar eyaculaciones precoces, y quizás el bañar o ayudar a lavar los dientes día tras día a mi hijo cobre todo el sentido del mundo. Nada más y nada menos en esto que denominamos la búsqueda de sentido.

En esta reflexión / acción andaba cuando se cruzó en mi camino la lectura de “La resistencia íntima; ensayo de una filosofía de la proximidad”, de Josep Maria Esquirol. Hoy, día de resurrección, parece un momento apropiado subir esta reflexión de Vladimír Holan (página 53 del ensayo):
¿Que después de esta vida tengamos que despertarnos un día aquí al estruendo terrible de trompetas y clarines?
Perdona, Dios, pero me consuelo pensando que el principio de nuestra resurrección, la de todos los difuntos, lo anunciará el simple canto de un gallo…
Entonces nos quedaremos aún tendidos un momento…
La primera en levantarse será mamá… La oiremos encender silenciosamente el fuego, poner silenciosamente el agua sobre el fogón y coger con sigilo del armario el molinillo de café.
Estaremos de nuevo en casa.
La casa, el encuentro, el reposo. La calma. El último umbral de la puerta antes de volver al hogar. Sin duda un ejemplo de ese necesario tránsito en calma.
* La vida en calma. ¿La vida enjaulada? Acompaña el texto una foto mía del acuario del zoo de Santillana del Mar.