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Desde el día en que saltó la liebre, allá a principios de marzo, tuve claras dos cosas. Una, que este iba a ser un momento propicio para generar recuerdos esenciales en el marco del hogar (mi anclaje para sobrellevar todo lo que estaba por venir). Y dos, que esto iba de poner de nuevo el derecho al trabajo, la salud y el cuidado en el centro de la ecuación. Poco más he tenido claro en las últimas 12 semanas. De ahí que haya leído mucho pero… conversado poco en la red. Ciertamente.

Inicialmente estuve hipnotizado; en modo alerta. La crisis barría y ponía patas arriba el trabajo de meses. En apenas días se construyeron barreras de contención y se redefinieron procesos para, en la medida de lo posible, seguir a flote. Entre tanto, me obsesionaba reflexionar acerca de mi rol y nuestra aportación de valor, como Desarrollo de Personas, en este nuevo contexto. En nuestro caso, no era tanto el «cómo seguir haciendo» (dado que el 95% de las tareas de gestión del equipo ya se venían realizando en entornos digitales) sino el desde dónde apoyar y acompañar a la comunidad universitaria.

En los primeros días worldmeter y «frena la curva» me ayudaron a aligerar la carga emocional: ampliaba la mirada a la par que me inspiraba con iniciativas de otras personas. En paralelo, la reacción instantánea de compañeras de Deusto (Servicio Informático, Aula TIC, Innovación Docente y Ecampus) permitía poner sobre la palestra un abanico de recursos docentes para la docencia en remoto (webinars, one-to-one meetings, guías, etc.) que apenas unos meses atrás hubiera sido prácticamente impensable. Desde aquí el reconocimiento por la anticipación y la agilidad con la que empezaron a trabajar. Zorionak, benetan.  También muy pronto, proveedores/as y proyectos amigos/as contribuyeron a enfocarnos ante este nuevo contexto, bien con conversaciones inspiradoras o con contenidos en abierto. Emana, Airea-LearningLabsland o CEGOS -Lets go digital fueron algunos de nuestros compañeros de viaje (también agradezco los contenidos que me compartió Christian Infante de Linkedin).

Tras la semana santa impulsamos la iniciativa «La Universidad te cuida!», que pretendía ser el pegamento de talleres, seminarios y formaciones internas en remoto vinculadas directamente a la crisis: gestión de la resiliencia (con Vicente, de Grupo Bentas), comunicación consciente, responsable y saludable (con Nuria Bustamante), gestión del tiempo y prioridades (con Cecilia y Attest), gestión de los riesgos laborales ante el COVID (Mutualia)… o el taller que ayer mismo mantuvimos con Asier Gallastegi acerca de las medidas de cuidado ante el tele-trabajo (una gozada, con un grupo generoso y abierto) cuyos post-its encabezan este texto.

Hoy, 12 semanas después, me encuentro a gusto en esta nueva realidad y no ansío volver a como estábamos en febrero. Como colectivo de riesgo he reducido mi actividad social a lo imprescindible, he valorado más que nunca el silencio y la quietud de mi calle, he conocido rincones inexplorados de mi casa (ay, mi cocina), voy integrando las distinciones entre lo síncrono y lo asíncrono, intentamos planificar lo ingobernable, me sigue acompañando la música y la lectura, vuelvo a ver a mis padres y hermano y compaginamos el cuidado y el resto de roles que nos ocupan con la mayor de las dignidades (aita, pareja, docente de nuestros hijos, tutor de estudiantes, yerno, hijo, jefe, colaborador, consultor interno, animador, acompañante…).

En estas estábamos ayer cuando alguien dijo que desde el confinamiento nos hemos visto obligados a pasar de un rol a otro en apenas segundos, cuando anteriormente íbamos mudando de rol durante nuestros desplazamientos: en el camino de mi casa al despacho me transformo de aita en colaborador de Deusto, y en el trayecto de 50 metros hasta el aula me quito el sombrero de gestor para ponerme el de tutor. Esa es otra de las cosas que ha saltado por los aires. ¡No había sido capaz de verbalizarlo!

Tras toda esta rumiación me encuentro con este texto de Isaac Rosa en el que concluye:

«Queremos reanudar la marcha, y recuperar tantas cosas que hemos perdido, nuestras vidas donde las dejamos en marzo. Pero tememos que reanudar la marcha suponga volver a nuestras vidas ansiosas e hiperproductivas de entonces. O peor: nuestras vidas ansiosas e hiperproductivas de entonces, pero quitándoles parte de lo que las hacía soportables. Con distancia social, sin besos ni abrazos, con aforo en las playas. La nueva normalidad.»

Pues eso.

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