Aceptamos jugar a los dados.

Dice nuestra biografía de instagram que esto de componer canciones tiene como objetivo que no se nos lleve el viento. Dejar un pequeñito legado a nuestros hijos y personas queridas a la par que anclamos en nuestra memoria los recuerdos e historias personales. La historia tras «aceptamos jugar a los dados» es un homenaje al cuidado, a la niñez, a la familia, al hogar.

Me veo como si fuera ayer, sentado en una de las espartanas habitaciones del CEL de Loyola, en Azpeitia, escribiendo los trazos de lo que sería posteriormente la canción. La letra habla de un viaje, verano de 2013, en el que tras cruzar la península persiguiendo música y conciertos (Texas is the reason, Paredes de Coura), acabamos en un pequeño pueblo de León en el que nos bastan menos de 24 horas para darnos cuenta de lo que queríamos ser de mayores. A la vuelta, celebración: en abril de 2014 llegaría Martín, quien hace apenas 10 días ha cumplido 6 años. Después llegaría Diego y completa esta historia. Estábamos celebrando el presente, estábamos celebrando la vida que se avecinaba, estábamos celebrando el porvenir. Y yo solo quería dejar constancia.

Decía Sacks en «El río de la conciencia«, el texto que dejó listo para publicar apenas 15 días antes de morir, que no existen mecanismos en nuestra mente que aseguren la verdad, o al menos el carácter verídico de nuestros recuerdos. No existe manera alguna de grabar en el cerebro los sucesos que acontecen. Se experimentan y construyen de una manera totalmente subjetiva. Nuestra verdad, nuestros recuerdos, son narrativa. Y nuestra memoria los reconstruirá sin cesar en el futuro. «Somos el cuento que nos contamos«, decía con acierto aquel libro de relatos que editó Deusto Business School hace casi 15 años. Yo quería que los recuerdos de aquel verano, lo que sentimos en aquel pueblo de 158 habitantes, quedara grabado en forma de texto y canción. Si a eso le sumamos las imágenes familiares de hace 30 años, tendremos el vídeo que ayer estrenaba Mondosonoro.

Al escuchar la canción oirás en sus últimos versos las voces de unos niños. Son Martín y Jon. A ellos se suman más amig@s (Marcos, Eneko, Jone, Jon, Danel, Klaus…) cada vez que cantan y disfrutan de esta canción, que no sé por qué, conecta con los más pequeños.

En definitiva, sin recuerdos, sin pasado, estaríamos desnudos. No hay nada como mirar atrás para ser capaces de dar el siguiente paso adelante. ¡Espero que os guste!

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