Innovación de corazón.

Hace algún tiempo, Virginio publicaba en su fantástico blog | Supervivencia Directiva, un artículo sobre Esquizofrenias ligadas a la gestión del cambio y la transformación de las organizaciones. 

Resulta reconfortante leer que hablar de la innovación y vivir y desarrollarte en un proyecto innovador no es lo mismo. Dicen que por la boca muere el pez. Por la boca y por esa verborrea de discurso incoherente.

En un momento en el cual ya ni siquiera Google puede servirnos como ejemplo, parece difícil apostar por la innovación desde las personas. Sin embargo, poquito a poco algunas organizaciones van dejando atrás las concepciones tayloristas y fayolistas de la organización del trabajo. Otras muchas, sin embargo, nunca irán más allá de lo que dicta su discurso. Es la política de innovación desde la laringe y no desde el corazón de las organizaciones lo que las hace cadáveres. Porque la gente ya no se cree nada. Ni fuera ni dentro. Es la coherencia entre el decir y hacer lo que convierte en creíbles a los líderes, y por ende, al proyecto.

Autoridad, disciplina, separación de funciones, burocracia y control, departamentos estancos, opacidad. ¿Les suena?

Transformación, colaboración, participación, disfrute y pasión por el trabajo, asunción de responsabilidades. ¿Les suena?

Para sobrevivir en el largo plazo parece que somos conscientes de que debemos cambiar ciertas dinámicas, de que nuestras empresas deben ser “diferentes”. Estos cambios merecen ser distribuidos en el conjunto del proyecto, porque la división entre los que piensan y los que ejecutan dista mucho de la verdadera competitividad. 

En esta tesitura, la cultura de una organización puede barrerlo todo cuando no existe compromiso por el cambio. Dinámicas innovadoras exigen redefinir el papel del líder. El papel del directivo.

El problema es que muchos de los actuales directivos no tienen las competencias, los valores ni las actitudes necesarias para generar y provocar ese nuevo escenario. Es sin duda complicado, porque el miedo al cambio lo atenaza todo. El miedo a imaginar lo nuevo. El miedo a no poder controlar. El miedo a las resistencias del resto.

¿Existen nuevos líderes capaces de generar los espacios, las conversaciones y las dinámicas para promover culturas innovadoras? ¿Existen nuevos líderes que enganchen a las personas, promuevan compromisos y afronten el cambio aun asumiendo la pérdida de control y de poder? ¿Aun asumiendo que todos los resistentes al cambio irán contra ellos?

El cambio de época del que tanto hablamos demanda culturas organizativas con menos parcelas de poder. Demanda menos reinos de taifas. Por el contrario, demanda confianza en equipos que se autogestionan y toman decisiones, demanda colaboración entre áreas, demanda confianza en el buen hacer de las personas, demanda una construcción conjunta, sin cortapisas. Demanda un proyecto por el que merezca la pena mojarse y luchar.

Sin que nadie pueda evitarlo, esa nueva cultura nace y se va impregnando por los poros de las organizaciones. Para provocar esos cambios es fundamental desarrollar y promocionar nuevos líderes, con las competencias adecuadas para facilitar el florecer de la innovación desde el corazón. Y no desde la laringe.

* Corazones rotos, una foto de http://www.flickr.com/photos/face_it

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