Continentes viejos, países sin proyecto de país y organizaciones tristes.

El pasado martes Alemania me fastidió una tesis que llevaba pregonando desde el inicio del mundial: Europa está triste. Latino América está alegre y contenta. Y eso tiene que reflejarlo necesariamente el fútbol. No iba desencaminado… 

La alegría de un equipo, de un continenteCosta Rica, Colombia, Chile, Uruguay… La tristeza de un equipo, de un continenteEspaña, Italia, Inglaterra, Francia…

Obviamente, también hemos tenido algunas excepciones… el éxito de Alemania o el fútbol ramplón de Brasil y Argentina (estos dos en semifinales como mínimo, por cierto).

Pero dejemos el fútbol para hablar de alegrías y tristezas desde perspectivas macro y micro. Continentes, países, organizaciones y personas.

En lo macro, Latino América y Europa. Por un lado, países felices, tal y como lo corroboran distintas encuestas. El estado de ánimo de quien compara el yugo del pasado con un futuro de ilusión. Europa, por el contrario está vieja y deprimida. Dividida entre deudores y acreedores, alejada de su visión fundacional. Con un Euro que caminó por el precipicio. Un continente que, aún hoy, se encuentra en un equilibrio inestable (desintegrada, desmotivada, polarizada…)

A nivel estado, me cuesta identificar los proyectos de país (las apuestas estratégicas) que promuevan nuestra transformación a cinco años vista. Perdimos una oportunidad clave para repensarnos, y pagaremos las consecuencias en una larga travesía. ¿Merecido? Como suele apuntar Guillermo Dorronsoro, las comparaciones con nuestros vecinos (y no tan vecinos) son odiosas.

A nivel organizativo, las empresas replican el desánimo del país, como no podía ser de otra manera. Con una simpleza que asusta, nuestras organizaciones continúan en dinámicas de escaso pensamiento estratégico, a la par que compiten en contextos cada vez más complejos. Nuestras organizaciones están tristes, pero es un tabú hablar de ello y trabajarlo. Al igual que no sabemos celebrar los éxitos, no tenemos ni idea de cómo elaborar un duelo que posibilite el cambio, la transformación, repensarnos. Hemisferio derecho.

La urgencia nos impide ver que ya no valen los viejos paradigmas. Aquello que nos incrustaron acerca de la seguridad, el obedecimiento, el ser formales… hoy ya no sirve. Nos lastra. Agradezcamos lo que hemos sido. Reconozcamos con humildad y sentimiento quiénes somos hoy. Reconozcámonos en nuestros éxitos y nuestros fracasos.

¿Y las personas? Empecemos por los/as líderes. Quienes deben cultivar su liderazgo se conforman con la gestión. No saben. No lo son. Conocemos demasiados directivos/as grises. Para trasladar ilusión a la organización y a los equipos, el/la líder debe ser capaz de ilusionarse con su función. En la melancolía de los/as líderes, la organización no crece. Quien reconoce su tristeza, pondrá la primera piedra para el cambio y el crecimiento. ¿Tienen nuestros/as líderes la intuición sobre esta necesidad de cambio? ¿Huelen si quiera que dicho cambio es necesario?

Hoy, en un taller de SOL que lideraba Javier Ruiz, de Tecnalia, hablábamos sobre cómo incrustar experiencias de transformación positivas en nuestros entornos. Dónde podríamos trabajar, desde la teoría U, futuros que emergen. Cómo reducir la toxicidad de esas heridas que nos auto-infligimos (los líderes, las organizaciones, los países, los equipos de fútbol). Sobre lo primario, la rabia y el ego. Para todo ello se apoyaba en Otto Schamer y su último libro. Me he ido con deberes (leer, leer, leer) y me apunto una reflexión del autor con la que cierro este texto:

¿Cómo es que, entre todos, acabamos generando resultados que nadie quiere?

* Ilustrando el texto la que, para mí, es una de las fotos del Mundial 2014.

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