Profesionales honoris causa.

Este jueves 20 de octubre celebramos en Deusto la investidura de Adela Cortina como Doctora Honoris Causa. Es la primera mujer que recibe esta distinción en 130 años de historia. Cómo hemos tardado…

Estos días he estado haciendo los deberes y he leído su libro “¿Para qué sirve la ética? (premio nacional de filosofía 2014). Divulgativo, de lectura rápida e intensa y, sobre todo, muy relevante.

En uno de los capítulos profundiza sobre la ética de las profesiones y el papel de la educación en la formación de ciudadanos con valores morales propios de una sociedad democrática. Me quedo con esa diferenciación entre buenos “técnicos” y buenos “profesionales” y la potencia transformadora del buen ejercicio de una profesión. ¿Quizás acaso nos hemos olvidado de lo que implica?

El o la profesional ejerce su misión para servir a la sociedad (y no únicamente a sí mismo/a) en una tarea que le trasciende. Apunta Cortina que “sería un error intentar formar únicamente en técnicas para llegar a los más diversos fines, y no ayudar a calibrar cuáles son aquellos mejores fines por los que merece la pena esforzarse”. ¡El papel de la universidad debe ser discernir cuáles son esos mejores fines! No formamos únicamente técnicos especialistas que se coloquen en el mercado laboral, sino buenas personas buenas que transformen equipos, organizaciones y sociedades para fines mejores.

Revitalizar las profesiones implica recordar qué fines son legítimos y qué hábitos / virtudes es preciso desarrollar para alcanzarlos” Adela Cortina.

La lectura de Cortina me evocaba el discurso de nuestro Rector, Jose Mari Guibert, en la apertura del curso 2016-2017. En él profundizaba en el concepto de “iustitia” como uno de los principios de toda universidad de la Compañía de Jesús. Incidía en esto mismo: el término “iustitita” nos compromete a “educar personas conscientes que construyan estructuras sociales, económicas y políticas en pro de una humanidad común”. No proveemos exclusivamente de herramientas utilitaristas para competir en el mercado sino que nos proponemos entrar en la dimensión de los valores, la responsabilidad ciudadana, la participación, el bien común, etc. En la praxis es fácil encontrar contradicciones y ejemplos que nos desvían de este ideal, pero frente al impulso de la competición y lo individual, los jesuitas siempre han hablado de cultivar “personas para los demás” y “personas con los demás” que desafíen las
estructuras sociales injustas. Máxima con la que yo sí me comprometo.

Apuntaba Guibert que quizás un criterio real de evaluación de nuestra universidad fuera “lo que los estudiantes lleguen a ser y lo que hacen con sus vidas”: ¿qué impacto tienen nuestros alumni en las estructuras sociales? ¿cuáles son sus decisiones vitales más importantes? ¿qué causas apoyan de forma desinteresada? ¿cómo reflexionan sobre el impacto de sus decisiones sobre quienes ocupan los últimos lugares en nuestra sociedad? ¿cómo toman parte de la vida pública?

Y aunque es cierto que el propio sistema universitario nos empuja a priorizar rankings, publicaciones o sexenios, no es menos cierto que, desde lo más hondo de nuestra misión, lo que quizás nos haga un poco distintos sea este interés en la formación de profesionales honoris causa.

* Tomo esta vez prestada la foto a Faustin Tuyambaze (de su página en unsplash)

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